La sinfonía romántica

Tras establecerse como el género más representativo del periodo clásico, la sinfonía se expandió en varias direcciones durante el siglo XIX:

•  la música programática, es decir, la música que sigue un argumento narrativo;
•  la unidad temática, en la cual toda la composición está unificada por un motivo o un tema central;
•  la expansión de las dimensiones de las obras y las orquestas.

Estas nuevas direcciones suelen asociarse con Ludwig van Beethoven, quien estableció un puente en términos estilísticos entre el clasicismo de Joseph Haydn (su maestro) y Wolfgang Amadeus Mozart y la generación siguiente de compositores románticos como Franz Schubert y Robert Schumann. Beethoven escribió sus grandes sinfonías en un periodo de revoluciones sociales y no es una exageración decir que con sus nueve sinfonías también revolucionó el género.

Mientras que las primeras sinfonías de Beethoven recuerdan el estilo de Haydn, la Tercera sinfonía en Mi Bemol mayor, escrita en 1804 y conocida como la «Heroica» anticipó la idea de que la música instrumental puede tener una función narrativa: inicialmente, Beethoven había dedicado su obra a Napoleón Bonaparte, pero se arrepintió cuando Napoleón se coronó a sí mismo Emperador de Francia. Desde entonces, los críticos han escuchado los fuertes choques armónicos y los temas triunfales como una afirmación de la vida heroica de Beethoven.

La sinfonía programática más conocida de Beethoven es la Sexta sinfonía en Fa mayor «Pastoral», subtitulada «Recuerdos de la vida campestre»; tiene cinco movimientos que representan escenas del campo, incluyendo el sonido del arroyo, la música de los campesinos, el canto de los pájaros y el ruido de la tormenta.

Hacia mediados del siglo XIX compositores románticos como Franz Liszt y Hector Berlioz ya componían obras acompañadas de un libreto, guía o «programa»; con tales propósitos narrativos en mente, la forma de la sinfonía clásica y la forma sonata pronto resultaron anticuadas y muy limitadas en términos expresivos, por lo que los compositores expandieron los límites formales de la sinfonía y desarrollaron otras formas más libres, el «poema sinfónico», por ejemplo.

La Sinfonía Fantástica de Berlioz, entre otras, tiene cinco movimientos (en similitud con la Pastoral de Beethoven), ninguno de los cuales se ajusta a las formas de la sinfonía clásica. En ella, hay un tema principal, llamado la «idea fija» que aparece en cada uno de los movimientos y se transforma de acuerdo con la narrativa. Esta innovadora estrategia se adapta muy bien al programa de la sinfonía, una historia autobiográfica sobre el amor no correspondido de un compositor que se pierde en los excesos del opio. Escucha esta sinfonía en la Guía de Audición de la Sinfonía Fantástica de Héctor Berlioz.

La idea de un tema que unifica toda la sinfonía también tiene un origen claro en la obra de Beethoven, en este caso la Quinta sinfonía en do menor, cuyo primer movimiento está enteramente basado en el famoso motivo da-da-da daaa, aparece una y otra vez en muchas formas diferentes. El motivo se transforma de tal manera que parece crecer y desarrollarse hasta dominar toda la sinfonía de forma casi como un organismo vivo.

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